11 de septiembre de 2011

¿Por qué a mi playa?



Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que,
de ahora en adelante, ya no podré creer en ti. -
Nietzsche

¿Por qué tuviste que venir aquella tarde
 precisamente a mi playa?

¿Por qué precisamente cuando
aún no habíamos terminado
de disfrutar de nuestras últimas ilusiones
recién dibujadas?

Después del calvario, de atravesar el tortuoso infierno,
después de superar el desierto,
construíamos otros sueños,
otra oportunidad posible y sin término.
Y creí que caminaríamos sin nuevas afrentas,
equivocándome.

La ciudad tiene cientos, miles de metros de arena.
Tú habías traído la barca, yo te ayudé con el remo.
Las flores de las macetas esperaban
para alegrar la reja.
Ya estaba encargado el traje y el calzado
para el crucero. Fantasías sobre papel mojado.
Todavía no había bajado la marea.

Yo no subiría nunca a tu torre de poniente.
Te negué ser el mascarón de proa,
serías que tú quién se alzaría en el vuelo.
Respetaríamos los espacios y los momentos.
No quería devolverte la pena que llevaba dentro.

Sin embargo, no pudiste contenerte.
Tenías que sacrificar mis caprichos,
y raudo culminaste otra traición,
otra venganza cargada de sarcasmo.

Ahora contarás lo que quieras,
utilizarás mis versos para conquistar
otros terrenos.

Ahora volverás a peregrinar,
a vagar y rodar
sin rumbo cierto,
otra vez.

Otra vez más,
porque tú no podías cumplir el último acuerdo.
Tú como siempre ya sin voz
tendrías que pisotear los cristales rotos
y retorcerte con la mueca del daño.

Con todo el veneno,
me tenías que pegar la última cuchillada.
Y con tus faltas de ortografía a cuestas,
hoy soy yo quién te hace hincapié...

¿Por qué no evitaste,
antes de perder tanto,
antes de tirar todo por la borda,
bajar esa tarde a mi playa?

Blanca Flores Cueto, aún inédito.



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