26 de julio de 2012

La Venus del corazón roto




Sigo recreándome en el recuerdo de tus manos,
metáfora de pianista con melodías inciertas,
penetrándome desde tu música,
acaríciándome como a las teclas de tu pc.

No seré yo quién niegue los sentimientos
menos aún las evidencias
que no pueden evitar tus impulsos.

Domingo, sol, madrugadas...
recibamos al lunes brindando con las estrellas.

Contrabando de imposibles para un universo de causas justas.
Siempre inevitable, sin impedimentos canallas,
con reflejos en los espejos del condado.

Buenas noches, a aquellos monstruos
que se permiten escribir dedicatorias a lápiz.
Porque tal vez no son tan horribles sino encantadores…
de serpientes, quizás…

Porque llega el momento en el que descubres
que es prioritaria la calidad a la cantidad
y cuando lo asumes disfrutas y vives intensamente,
el ayer ya no es,
tú no sabes siquiera si habrá mañana
sin embargo, matas al tiempo.

Y seguiré pegando bocados a los recuerdos
tal y como tú mordías mi carne.
Y seguiré considerando que los amores prohibidos
son posibles para temperamentos indómitos.
Aunque a ti se te hayan hecho tan cuesta arriba
que te hayas obligado a ahogarlos con silencios imperfectos
y mentiras a compás.

Porque ése recorrerme
y ése recorrerte
por cada pliegue de tu piel
por cada arruga dibujada en tu rostro,
por los momentos atrapados en el tiempo
no pueden olvidarse al darme la espalda.

Ése habitarme y desangrarme,
y ése beberte
eran sufrirte y disfrutarte al unísono,
placer y dolor en un instante
en un efímero recuerdo eterno entre las cuatro paredes
de cualquiera de las bibliotecas de la ciudad,
de las páginas de libros o periódicos que nos leíamos a medias.

Esos instantes atrapados para siempre en la conciencia
como el sol que reposa en mi vientre con tu nombre,
como la marca que dejaste en mi pecho,
no pueden enterrarse ni con desprecios, ni con olvidos.
Aunque tú quieras irte, aunque yo quiera irme...

¿Qué quieres?, ¿qué quieres?- te escucho...
Me has preguntado tantas veces, amor….
Se te llenaba la boca esperando mi respuesta.
Nada, te acostumbraba a responder.
Cuatro letras huecas.

No quería nada, porque contigo yo ya lo tenía todo.
Porque tú eres libre y necesitas espacio.
Porque yo no te quiero atrapado en una jaula.
Porque no necesito más, ni más puedo yo darte tampoco.

Pero tus contradicciones te alteraban,
Y tus inquietudes te traicionaban,
Y entonces todo se precipitaba a un vacío ensordecedor de nuevo.

¿Para qué hicistes promesas y declaraciones de intenciones?
¿Para qué volvías a dibujar aventuras y emociones?
¿Para qué tantos arrepentimientos y falsos propósitos?

Por eso no alcanzo a comprender,
como antes de acabar la primavera y a sangre fría,
pudiste fusilar con tres perdigonazos,
todas nuestras ilusiones.

Blanca Flores, aún inédito



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